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GRAND HORNU. El Patrimonio industrial de Valonia, Patrimonio de la Humanidad.

Grand Hornu

patrimonio humanidadLa visita al Grand Hornu supone nuestra segunda parada en este viaje por Valonia que nos llevará a descubrir algunos de las ciudades más bellas de la Bélgica francófona, pero también varios de los enclaves históricamente más interesante de la región, como el que nos ocupa.

El Grand Hornu, a solo media hora de Tournai, la bella ciudad donde hemos pernoctado esta noche, está de camino a Mons, la población a la que nos dirigimos. Es por ello que parar en este lugar, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad, es casi obligado.

EL GRAND HORNU, MODELO DE CIUDAD INDUSTRIAL MINERA.

Pero, ¿Qué es el Grand Hornu? Vayamos por partes. Uno de los motores económicos de mayor importancia en Valonia ha sido, durante más de un siglo y medio, el de la minería. Una actividad que dio de comer a centenares de miles de trabajadores y que llegó a su fin a mediados del siglo XIX. Nos referimos, en concreto, a las minas de carbón que pueblan la región valona, como las de Bois du Cazier, Blegny o Bosi-du-Luc o las mismas de Grand Hornu. Las 4 forman parte de la lista del Patrimonio Mundial como testigo de aquel momento histórico y de la importancia que tuvieron a nivel industrial, económico e, incluso, social. Son solo unos pocos ejemplos de los varios centenares de minas que se encontraban dispersas por el territorio.


Aunque el viaje a Valonia no nos daba como para visitar los distintos enclaves que se pueden recorrer, sí que no quisimos perder la oportunidad de visitar el Gran Hornu. En este caso, no se trata solamente de unas minas sí no de una completa ciudad industrial que se desarrolló alrededor de las minas de carbón y que tuvo en la figura de Henri de Gorge, su impulsor. Este industrial francés era el propietario de una de las minas más importantes del Borinage, una de las zonas mineras por excelencia de Valonia. Fue el encargado de desarrollar una completa ciudad que amparara a los trabajadores de la mina y donde no faltara de nada, a fin que las minas funcionaran a pleno rendimiento.

Escuelas, servicios médicos, viviendas para los obreros, incluso lugares para un cierto nivel de recreo para el personal laboral. Cierto que el objetivo final de crear esta ciudad, diseñada en un estilo que se ha denominado neoclásico industrial, no era otro que el de atraer fuerza laboral y retenerla en el territorio, cerca del lugar de trabajo, a fin de poder aumentar la productividad de las minas.

Desde luego, visto desde la perspectiva del siglo XXI, las condiciones laborales de los trabajadores podrían semejarse bastante a la esclavitud de siglos pasados. Pero, en aquel momento, no pocos trabajadores acudían voluntariamente a Gran Hornu a fin de encontrar una salida laboral y un futuro mejor para los suyos, en un momento que, para la gente con escaso poder adquisitivo, disponer de unos servicios mínimos a nivel sanitario y educacional no era nada habitual.

Es este modelo muy semejante al que hemos podido conocer en las distintas colonias industriales de la cuenca del Ter, en Cataluña. En aquél caso se trataba de industrias básicamente textiles. Sin embargo, también se trata de ciudades industriales donde vivían los obreros y donde estos disponían de un buen número de servicios básicos. La Colonia de Can Vidal es uno de los ejemplos más paradigmáticos.


Actualmente, entre las dependencias del Gran Hornu encontramos el Museo Arte Contemporaneo de Valonia. Para visitarlo hay que pagar una entrada. Sin embargo, pasear por las instalaciones y patios del Gran Hornu y bajar al mausoleo de Henry de Gorge es gratuito.

LA VISITA AL GRAND HORNU, HOY EN DÍA

La crisis de la industria minera del carbón llegó durante la segunda mitad del siglo XX. La práctica totalidad de las minas cerraron en pocos años y su legado, ha desaparecido casi por completo. Sin embargo, durante los últimos años, el Grand Hornu ha renacido de sus cenizas y se ha reconvertido en un enorme complejo cultural y museístico. Buena parte de las dependencias del Grand Hornu, particularmente las que hacían referencia a las zonas administrativas y de dirección de las minas, han sido reconvertidas en bibliotecas, auditorios e incluso, en Museo de Arte Contemporáneo.

No teníamos tiempo para el museo de manera que lo que más nos interesó fue recorrer las distintas dependencias del Gran Hornu para poder comprender, ni que fuera de manera superficial, la importancia de este tipo de ciudades obreras, englobadas en lo que se conoce como arquitectura utópica.

Nos llamó la atención el descubrir que el propio creador de esta ciudad, Henri de Gorge, el industrial nacido francés y naturalizado belga, tiene su sencillo mausoleo en el propio recinto. Se trata de una sala circular, subterránea, muy sencilla, donde reposa junto a otros familiares. Sorprendente, porque no es habitual encontrarse a la burguesía de la época enterrada en sus lugares de trabajo si no, más bien, en las localizaciones más destacadas de los más importantes cementerios de las capitales. Una estatua del propio Henri de Gorge preside, por cierto, el patio central del Grand Hornu.

También tenemos la posibilidad de observar la bastante imponente casa familiar desde donde la familia de Gorge controlaba el desarrollo de su obra. Actualmente ha sido readaptada a Escuela de Oficios. Se trata de una vivienda de tres pisos, con portalada neoclásica bastante imponente, que tendría su semejanza con las Torre de l’Amo que pudimos conocer en las Colonias Industriales catalanas ya mencionadas.

Antes de tomar camino hacia Mons, nuestro próximo destino, damos un buen rodeo por las calles que circundan estos edificios principales del Gran Hornu. Es aquí donde podemos observar los varios centenares de viviendas que eran utilizadas por los obreros que trabajaban en las minas. Sin duda sencillas, pero aparentemente dignas. De hecho, casi todas ellas siguen habitadas, muchas de ellas por descendientes de aquellos trabajadores que durante muchos años dieron su vida por el progreso del Grand Hornu.



Y así termina nuestra visita del Grand Hornu, esta joya del patrimonio industrial europeo que, con todo merecimiento, forma parte del Patrimonio de la Humanidad como testigo de aquellos años en que la minería se comportó como el auténtico motor económico de gran parte de Valonia.

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