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LA ÚLTIMA CENA DE LEONARDO DA VINCI EN MILÁN. ¿La pintura más famosa de la historia?

patrimonio humanidadVisitar La Última Cena de Leonardo Da Vinci en Milán, el famoso Cenacolo, era uno de nuestros máximos objetivo al visitar la capital de la Lombardía este año. Conseguir entradas para visitar La última Cena, una de las pinturas más célebres de la historia, no resulta nada fácil. Hasta el punto de que hemos requerido tres visitas a Milán antes de poder visitar el Cenacolo, el lugar donde se ubica el famoso fresco.

En este post os contaremos donde y como visitar la pintura de La Última Cena de Da Vinci en Milán. Así mismo, os hablaremos de Santa Maria delle Grazie, cuya iglesia y convento dominico forma parte, junto a La última Cena de Leonardo, de la lista del Patrimonio de Humanidad desde que fue incluida en 1990.

Ya os avanzo que las entradas son muy limitadas y hay que reservar con bastante antelación. Si queréis hacer una visita guiada en español podéis reservar en esta web. Mirad con tiempo la disponibilidad.

LA ÚLTIMA CENA DE DA VINCI. ¿LA PINTURA MÁS FAMOSA DE LA HISTORIA?

La pintura La Última Cena de Leonardo Da Vinci es, probablemente, la pintura más famosa de la historia. Quizá solo los frescos de la Capilla Sixtina del Vaticano puedan resistir comparación en cuanto a celebridad con este fresco de Leonardo.

La última Cena de Leonardo ha sido reproducida en mil y un formatos y decora viviendas y todo tipo de locales del mundo entero. Muchos de sus propietarios, sin embargo, ignoran a menudo quien fue el autor del original y, más habitualmente incluso, donde se ubica el mismo.

Para visitar La Última Cena de Leonardo en Milán hay que acudir al antiguo monasterio dominico de Santa Maria delle Grazie. El fresco se localiza en el refectorio del mismo, de manera que un puñado de monjes tenía el privilegio día tras día de almorzar junto a tan famosa obra.

Sin embargo, no bastará en acercarse a cualquier hora al convento en cuestión y pedir poder disfrutar de la pintura. En la actualidad, la obra no es propiedad de los religiosos si no del estado italiano, de manera que aunque la iglesia y los claustros de Santa Maria delle Grazie son de libre acceso, no lo es en absoluto el refectorio. Las visitas a la Última Cena de Da Vinci en Milán se limitan a grupos de máximo 30 visitantes que tienen la oportunidad de conocer la obra durante únicamente 15 minutos. Lo restringido del horario da lugar a que los billetes para disfrutar del momento se terminen enseguida, de tal forma que quien quiera conocer la pintura debe adquirir las entradas con antelación.

Para más inri, a menudo los billetes están copados por agencias de turismo de manera que conseguir el ticket por la vía oficial no resulta nada fácil. Más aún, las visitas guiadas programadas por el propio Cenácolo de Milán solo se realizan en italiano e inglés, de manera que si se quiere disfrutar de una explicación en español debe contratarse con antelación en esta web. Se realizan en jueves y domingo, pero podéis mirar la disponibilidad.

DATOS PRÁCTICOS Y EXCURSIONES PARA VISITAR MILÁN

Si vas a visitar MILÁN quizá te interese saber que puedes adquirir algunas ENTRADAS POR ANTICIPADO. También puedes adquirir VISITAS GUIADAS Y EXCURSIONES EN ESPAÑOL (también muy económicas) con lo que no perderás tiempo y tendrás la ENTRADAS INCLUÍDAS.

Estas son las opciones más interesantes:


VISITA A LA ÚLTIMA CENA DE MILÁN, EL FRESCO MÁS DELICADO DEL MUNDO.

La Última Cena de Leonardo Da Vinci no es solo la pintura más famosa del mundo si no una de las más delicadas. Os explico el por qué. Leonardo pintó la escena entre 1494 y 1498 y usó la técnica del fresco, conocida desde hacía siglos, para recoger el momento del famoso anuncio de Jesucristo: “uno de vosotros me va a entregar”.

Esta técnica del fresco era conocida y efectiva para pintar escenas sobre paredes, techos y bóvedas de edificios. Sin embargo, requería de una importante velocidad de ejecución pues debía intervenirse en la pared cuando esta estaba aún húmeda. Es la técnica conocida como “Buen fresco”. Leonardo Da Vinci no usó exactamente esta técnica si no que experimentó con la innovadora técnica conocida como la del “fresco en seco”. Ello le permitía ser mucho más minucioso en la ejecución de la obra, algo imprescindible para el que ha pasado a la historia como el inventor del sfumato.

Sin embargo, esta técnica del “fresco en seco” multiplica de forma exponencial la ya habitual fragilidad de los frescos, de manera que el deterioro del Cenacolo de Leonardo en Milán empezó a los pocos años de ejecutar la pintura. Un auténtico drama para una obra considerada como uno de los momentos culminantes de la historia del arte.

Las restauraciones han sido numerosas a fin de intentar fijar al máximo los pigmentos con que el genio trazó tamaño monumento artístico. La última de ellas, terminada en 1999, requirió de más de 20 años de intensos trabajos y permitieron recuperar parte de los colores iniciales. Es este uno de los motivos que dan lugar a que visitar la Última Cena de Leonardo Da Vinci en Milán sea posible solo en pequeños grupos y con horarios establecidos.


NUESTRAS SENSACIONES AL VISITAR LA ÚLTIMA CENA DE MILÁN

Reconozco haber pasado algo de nervios antes de acercarme al Cenacolo. Seria por lo esperado del momento, quizás. Las medidas de seguridad son enormes antes de entrar en el refectorio de Santa María delle Grazie.

Y al fin llega el momento y la verdad es que las emociones se sitúan a flor de piel, conocedores de que estamos enfrente de una obra mayúscula. El fresco ocupa la totalidad de la pared norte del refectorio, casi nueve metros de ancho por unos cuatro y medio de alto. Me arrepiento de no haber contratado la visita guiada con antelación aunque disfruto de los quinze minutos a que dan derecho la entrada. Sin embargo, agradezco de que se pueda fotografiar el momento, aunque sea sin usar el flash.

La escena transcurre en el momento en que Jesús, durante la Última Cena, advierte a sus discípulos que uno de ellos le traicionará. Así lo explica el Evangelio de San Mateo: “Yo tenía gran deseo de comer esta pascua con vosotros antes de padecer. Porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios, porque uno de vosotros me traicionará”.

La obra nos muestra la reacción de los discípulos ante tamaña afirmación de Jesús. Observamos entonces las distintas reacciones de los apóstoles, asombrados unos, sorprendidos otros o asustados pensando que no pueden ser ellos los menos seguros de sí mismos. Judas, sin embargo, retrocede levemente al sentirse aludido.

Jesucristo, como es habitual en la iconografía de la Última Cena, se sitúa en una posición central, con los apóstoles a ambos lados y en grupos de a tres.

No voy a hacer un análisis pormenorizado de la obra. Aunque me encanta la pintura no soy más que un aficionado con cuatro nociones. Lo que sí os puedo asegurar es que las emociones vividas durante la visita a la Última Cena de Leonardo Da Vinci en Milán han sido muchas, aun siendo consciente que, quizá por el relativo deterioro del fresco pese a las múltiples restauraciones, no es esta la más bella de las pinturas que haya tenido la oportunidad de conocer. Y esto es, desde luego, una sensación subjetiva.

Antes de abandonar el Cenacolo Vinciano no hay que dejar de admirar la pared sur del mismo, justo en el lado opuesto al de la Última Cena de Leonardo Da Vinci. Allí se representa el último momento de la pasión de Cristo. Es decir, la Crucifixión, en una obra de Giovanni Donato Montorfano, una pintura igualmente bellísima pero mucho menos famosa que la Última Cena.


SANTA MARIA DELLE GRAZIE

Como explicaba, la Última Cena de Leonardo Da Vinci en Milán se ubica en el que era el refectorio del convento dominico de Santa María delle Grazie. Y la verdad es que el monumento no es poca cosa, precisamente, aunque muchos turistas se olviden de visitarlo tras conocer el Cenacolo.

Como el fresco de Da Vinci, el complejo compuesto por iglesia, dos claustros y sacristía forma parte del Patrimonio de la Humanidad.

Se trata de una obra de la segunda mitad del siglo XV alzada bajo un proyecto de Guiniforte Solari y en estilo gótico. Sin embargo, la iglesia fue reformada a los pocos años, en tiempos en que la ciudad estaba controlada por Ludovico el Moro, en estilo renacentista. Para ello, el Duque de Milán contó con la ayuda de uno de los más afamados arquitectos del momento: Bramante. Al introductor del renacimiento en Italia se atribuye la ampliación de la nave, la cúpula hemisférica y el delicado pequeño claustro.

Sin embargo, lo que más nos llama la atención en esta iglesia es su precioso y original tiburio, de 16 lados y con 32 ajimeces, que es considerado una de las obras maestras de la arquitectura lombarda. No queda clara la autoría de esta cúpula poligonal que algunos atribuyen también al propio Bramante, aunque se sabe del cierto que no habría sido él, si no Giovanni Antonio Amadeo, quien habría terminado la obra.

En fin, que si tenéis la posibilidad de visitar Milán no olvidéis adquirir las entradas para visitar la Última Cena de Leonardo Da Vinci, el famoso Cenacolo, una de las obras más famosas de la Historia del Arte.


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