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Templo Haeinsa y la Tripitaka coreana, Patrimonio de la Humanidad.

El Templo Haeinsa y la Tripitaka coreana deberían formar parte de cualquier viaje a Corea del Sur. Es por ello que, aunque solo disponíamos de unos 10 días para visitar el país, decidimos hacer noche en la ciudad de Daegu. Desde esta población es fácil realizar una excursión de medio día hasta la Montaña Gayasan, que es donde se ubica el Templo de Haeinsa que alberga la citada Tripitaka Coreana.

Pero, ¿Por qué es tan importante este templo? ¿Qué es la Tripitaka coreana? ¿Por qué ambos fueron incluidos dentro de la lista del Patrimonio de la Humanidad? Lo cierto es que el Templo de Haeinsa es precioso y además está situado en un entorno privilegiado, en plena naturaleza, en un paraje rodeado de bosques y arroyos. Sin embargo, Haeinsa no sería más que otro de los muchos templos repartidos por la geografía coreana si no fuera porque, además, es el lugar que custodia la famosa e importante Tripitaka coreana.

Y entonces, ¿qué es la Tripitaka del Templo de Haeinsa? Pues se trata de un completísimo y antiquísimo compendio de preceptos budistas escritos en caracteres chinos hace casi 800 años. Su elaboración empezó en 1236, requiriéndose 16 años para completar una colección que incluye 81.340 tablas de madera. Porque, la Tripitaka del Templo de Haeinsa, no fue escrita sobre pergaminos o papel, si no sobre tablas de madera, que se suponían mucho más duraderas, como así ha sido. Luego os hablaré un poquito más de la Tripitaka coreana, pero antes os cuento un poco sobre los aspectos prácticos y sobre cómo llegar al Templo de Haeinsa desde Daegu.

CÓMO LLEGAR AL TEMPLO DE HAEINSA DESDE DAEGU.

Para ir de Daegu al Templo de Haeinsa hay que tomar un autobús en la estación de Saebu (Saebu Bus Terminal).

Para llegar a la Saebu Bus Terminal basta con tomar la linea 1 del metro de Daegu (estación del mismo nombre). Deberéis seguir los letreros que os indican dónde está la terminal de buses.

Los tickets para el bus se compran en las taquillas y tienen un coste de 8100W (los niños, la mitad).

Los horarios de los buses os los muestro en la foto siguiente (los de ida, a la izquierda y los de vuelta, a la derecha). El autobús al Templo de Haeinsa dura aproximadamente unos 90 minutos. Pero ojo, que la parada donde debéis bajar no es la última, de manera que haréis bien en indicar al conductor que vais al Templo de Haeinsa.

Desde la parada de autobús hay que tomar un sendero de 1.2 km en ascenso, que en unos 15 minutos os acercará hasta la primera puerta del Templo de Haeinsa.

Otra curiosidad es que, en una de las últimas paradas del autobús entró una señora que nos vendió los tickets para el templo (tienen un coste de 3000W los adultos y no nos cobró nada para el niño).

Para regresar a Daegu desde el Templo de Haeinsa hay que comprar los tickets en la taquilla que hay en la misma parada de autobús.

VISITA AL TEMPLO DE HAEINSA DESDE DAEGU.

Como dije, al bajar del autobús encontramos un sendero que indica que el Templo de Haeinsa se encuentra 1.2 km colina arriba. El camino es tranquilo y gratificante, con árboles a ambos lados, y corriendo más o menos paralelo a un riachuelos que baja de la montaña Gayasan.

En realidad todo el parque donde se ubica el Templo de Haeinsa está considerado como un lugar excelente para el senderismo, de manera que no pocos coreanos se acercan hasta aquí los fines de semana para disfrutar del paraje. No en invierno, desde luego, de manera que subimos el sendero prácticamente a solas.

Casi al llegar a la primera puerta del templo encontramos un conjunto de estelas y pagodas de piedra, algunas antiguas y otras más modernas. Nos gustan especialmente las que se sitúan encima de grandes tortugas de madera.

A pocos metros encontramos la primera de las tres puertas de madera que nos llevarán hasta el Templo de Haeinsa. Se conoce como la Puerta Iljumun y está considerada una obra importante de la arquitectura coreana antigua, aunque realmente es bastante sencilla. Un pelín más arriba llama la atención un árbol muerto. Un cartel nos indica que lleva en este estado desde el año 800. Por lo visto está considerado como una especie de símbolo del lugar.

Dos puertas más y llegamos al Templo de Haeinsa. En la primera, la Bonhwangmun están representados, mediante pinturas, los típicos guardianes que nos encontramos en las entradas de los templos budistas, sin excepción. La última puerta recibe el nombre de Haetalmun y se sitúa justo a la entrada de la que es la primera plaza del Templo de Haeinsa.

En esta primera plaza del Templo de Haeinsa ya encontramos varios pabellones de diseño típicamente oriental, todos de madera y pintados en vivos colores. Las guías y los letreros explican que el diseño es el habitual coreano, aunque a nosotros nos cuesta diferenciarlos de los templos visitados en China, por ejemplo.

Uno de los pabellones que llaman la atención en este primer patio es lo que sería la Torre o Pabellón de la Campana. Lo curioso es que en este caso, junto a la Campana habitual encontramos también un gran tambor (que habitualmente se localiza en otro pabellón), un enorme gong y una suerte de pez de madera que es también otro instrumento sonoro.

Enfrente queda el pabellón principal del patio, que es conocido como Bokyeongdang.

Algo que llama enseguida la atención a Marc es el gran laberinto dibujado en el suelo de primer patio. Un cartel en inglés nos indica que hay que recorrerlo mientras se recita unos salmos u oraciones. Incluso hay fotocopias en inglés para quien quiera hacerlo. Marc no pierde la ocasión de completar el laberinto, aunque se ahorra la oración.

Por último destacar que en este patio se encuentra la fuente que hemos ido encontrando en la mayoría de templos durante esta Ruta por Corea del Sur. Como siempre, acompañados de unos cazos. Por lo visto, con el agua hay que mojarse la frente y los labios, aunque no beber. Se trata de algo así como una purificación. Por vez primera, casi al final ya del viaje a Corea, lo haremos también nosotros al visitar este Templo de Haeinsa.

Por unas escaleras subimos al segundo patio del Templo de Haeinsa, que viene a ser el más importante (aunque la Tripitaka queda más arriba todavía). El pabellón que queda enfrente es el del Buda Vairocana. Este espacio recibe el nombre de Daejeokwangjeon. Un par de personas están rezando sus oraciones en este templete, pero lo que nos llama la atención es la presencia de varios monjes que están limpiando el pabellón. Hasta entonces no nos habíamos dado cuenta de su presencia, pero lo cierto es que a partir de aquel momento nos iremos encontrando monjes en varios rincones del Templo de Haeinsa.

Efectivamente, este lugar no es solo un templo si no también un monasterio budista, de manera que la presencia de monjes que aquí viven, es lógica. De hecho, una de las actividades que se pueden realizan en el Templo de Haeinsa de Corea es lo que denominan Templestay. Es decir, la estancia de una o más jornadas conviviendo, de una u otra forma, con los monjes del templo. También en este patio encontramos una vieja pagoda de piedra.

Esta no es la última terraza de las que consta este templo de Haeinsa pues, como comentaba, en la parte más superior nos encontramos con el conjunto de pabellones que albergan la Tripitaka coreana.

LA TRIPTIKANA COREANA, LA JOYA DEL TEMPLO DE HAEINSA.

Las edificaciones que cobijan este enorme conjunto de preceptos budistas son mucho más austeras que el resto de pabellones del Templo de Haeinsa. Si hasta ahora los vivos colores, pero con predominio del verde y el granate, eran la norma, los construcciones que albergan la biblioteca budista están todos realizados con madera, pero apenas si decorar. Esta biblioteca es conocida con el nombre de Jangkyeong Panjeon y, en realidad, está formado por 4 edificios.

El interior, por desgracia, no es visitable en la actualidad, pues la posibilidad de dañar las tablas sería enorme. De esta manera, nos tenemos que conformar con ver los pabellones desde fuera, con su enorme abertura en la parte anterior, de morfología más o menos ovaladas, y con sus múltiples ventanas por donde se dejan entrever las más de 8000 tablas de madera.

Por suerte, entre ellas podemos meter el móvil para, al menos, tener una documentación gráfica de tan histórico lugar.

Desde 1398, las tablas de la Tripitaka coreana permanecen aquí y se conservan, casi milagrosamente, intactas. Ello es debido a la que especial disposición del edificio mantiene las condiciones de humedad y temperatura bastante constantes a lo largo del año.

Las 81.258 tablas, de unas medidas aproximadas de 70 cm de largo por 24 de ancho y 3.5 cm de grosor, se organizan en 6.791 volúmenes. Números solo que no pueden hacer intuir, de una u otra manera, la magnitud de esta obra suprema del budismo mundial.

La verdad es que, aunque no podamos entrar en el interior de Jangkyeong Panjeon, solo el hecho de saber que estamos delante de tamaño tesoro, nos llena de satisfacción y emoción.

La visita al Templo de Haensina y la Tripitaka coreana es algo que nadie debería perderse durante un viaje a Corea.

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