
Visitar las Minas de Potosí fue el motivo principal que nos llevó a esta ciudad boliviana.
Una ciudad, Potosí, crecida durante la época colonial al calor del hallazgo de plata en el Cerro Rico, para convertirse en una de las más bonitas ciudades coloniales de América.
Ante todo, debéis saber que visitar las Minas de Potosí supone visitar una mina que sigue desempeñando sus funciones. Es decir, las Minas de Potosí siguen activas.
De manera que si queréis visitar las minas, debéis reservar una visita guiada (se realizan en pequeños grupos).
De ninguna manera se os ocurra presentaros por vuestra cuenta en las Minas de Potosí, porque allí no hay taquilla alguna y no podréis entrar. Es decir, no tiene nada que ver con otras visitas que hemos hecho en Europa, como la de las Minas de Sal de Wieliczka.
LAS MINAS DE POTOSÍ. BREVE HISTORIA.
A medio camino entre la historia y la leyenda, parece que fue un inca, de nombre Diego Huallpa, quien de manera accidental descubrió la existencia de plata en lo que luego se conoció como Cerro Rico.
Era 1544. Pero poco duró el secreto, porque en seguida el hallazgo llegó a oídos de los españoles, que ya en 1545 fundaron la Villa Imperial de Carlos V.
La importancia del hallazgo y extracción de plata en el Cerro Rico de Potosí fue tal, que fue, precisamente la plata extraída en las Minas de Potosí, lo que permitió la financiación del Imperio Español.
A lo largo de varios siglos, los colonizadores usaron a miles de esclavos traídos de África e indígenas para la extracción de plata en las Minas de Potosí, aunque a ciencia cierta no se sabe exactamente cuánta plata llegó a extraerse.
La crueldad fue tal, que esclavos e indígenas eran obligados a vivir en la misma mina, bajo tierra, durante cuatro meses seguidos, sin ver la luz del día durante este periodo.
Parte de la plata extraída era utilizada para acuñar moneda en la fábrica fundada en 1572 en la misma Potosí (de ella hablamos en el artículo sobre los lugares más importantes que ver en Potosí).
La cuestión es que, hasta que llegó el declive en el siglo XIX, las Minas de Potosí convirtieron a esta ciudad en una de las mayores, más bellas y más prósperas de América.
Aunque la extracción de plata ha menguado mucho en las Minas de Potosí, lo cierto es que varias de ellas siguen activas en el Cerro Rico.
Estaño, zinc y otros metales han ido sustituyendo progresivamente a la plata, pero la verdad es que, convertidas ahora en cooperativas, visitas las Minas de Potosí es una de las experiencias más brutales que se pueden tener en Bolivia.
VISITAR LAS MINAS DE POTOSÍ. NUESTRA EXPERIENCIA.
Como os dije, teníamos reservada la visita a las minas de manera anticipada. Si queréis visitarlas, reservad con tiempo, porque las plazas son limitadas.
Nuestro grupo era de 6 personas de habla hispana. Hubo otro grupo en inglés.
Primero de todo, nos llevan a un almacén donde nos vestimos de minero.
No es un atrezzo. Como os digo, visitar las Minas de Potosí supone entrar en unas minas que siguen activas, con su polvo (mucho), sus zonas embarradas y sus pasadizos estrechos, bajísimos y oscuros (imprescindible, pues, botas, casco y frontal de luz).
Ya vestidos, una minivan nos lleva hasta la falda del Cerro Rico, donde se ubica el Mercado Minero.
En este mercado se puede encontrar todo lo que un minero necesita para desempeñar su trabajo: vestimenta, casco, explosivos (nos cuentan que son de venta libre), hojas de coca, frontales o bebida, tanto para los mineros como para el Tío (luego os contaré qué es).
Tras visitar el mercado minero, nos acercamos hasta la Mina Candelaria, que es la que visitaremos. Se trata de una bocamina de época colonial, que sigue en activo.
Nos cuentan una serie de temas de seguridad que debemos tener en cuenta y que, además del guía (estuvo perfecto en todos los sentidos), tendremos con nosotros una segunda persona que cerrará el grupo para que nadie se quede atrás.
Nos cuentan que la Mina Candelaria está explotada por una cooperativa. Cada uno de sus integrantes tiene su trabajo diferenciado: unos pican en la mina, otros transportan las vagonetas llenas de piedras, otros separan el mineral, otros lo transportarán al lugar donde será procesado…
Entramos en la bocamina. El pasadizo es oscuro y estrecho. Y, muy a menudo, muy bajito, de manera que necesitamos ir a cuclillas en gran parte de los 500 metros que recorremos.
Es duro y angustioso. No os lo negaré. Estamos a 4500 metros sobre el nivel del mar y desplazarse a cuclillas no me resulta nada fácil. Muy a menudo me cuesta respirar, incluso.
Cada vez que pasa una vagoneta, cada pocos minutos en realidad, nos tenemos que apartar, aunque a menudo no hay ni espacio para ello, de manera que debemos correr unos metros arriba o abajo, buscando algún aparte.
Visitar las Minas de Potosí me parece una experiencia apasionante, pero también bastante dura. Y nosotros estaremos ahí solamente un par de horas. Ni me imagino cómo puede ser trabajar en la mina.
Preguntamos específicamente si en las Minas de Potosí trabajan niños. Nos cuentan que el control policial escaso ahí dentro y qué en ocasiones sí que trabajan menores de edad. Nos habla de niños de 14 años.
EL TÍO DE LAS MINAS DE POTOSÍ
Al visitar las Minas de Potosí tendremos la oportunidad de conocer el Tío de la mina. De hecho, durante el recorrido veremos 2 tíos.
El Tío de las Minas de Potosí es una figura mítica y simbólica, especialmente venerada por los mineros de Bolivia.
El Tío representa algo así como el dueño y espíritu interior de la mina. Un ser protector, venerado por la mayoría de mineros, que no dudan en pedir auxilio y acompañamiento al Tío.
En cierta manera, el Tío hace las funciones de Santa Bárbara en las minas europeas, pero a la que se le une la capacidad de traer desgracia a los mineros.
Se trata de una mezcla sincrética entre creencias indígenas andinas con las del diablo cristiano traído por los colonizadores españoles.
A fin de asegurarse la protección del Tío, los mineros ofrecen cigarrillos, alcohol, coca u hojas de coca al Tío.
Al visitar las Minas de Potosí somos testigos de la dureza del trabajo ahí.
La verdad es que se trata de una de las experiencias más singulares que pueden tenerse en un viaje a Bolivia, habida cuenta que las posibilidades de visitar minas activas en Europa, son nulas, hasta donde sabemos nosotros.