Probablemente una estancia en la pequeña población de Interlaken, supone uno de los mejores lugares para realizar algunas de las más bonitas excursiones de media montaña y alta montaña que se puedan hacer en Europa. Subir hasta la estación más alta de tren de Europa, con el Jungfraujoch o acercarse a las Gargantas del Río Aare es una auténtica delicia, y además, fácil de hacer para todos los viajeros.
Hoy sin embargo, el objetivo es disfrutar de uno de los espectáculos más bellos de Suiza: el de las cascadas Trummelbachfall y Giessbachfalle, para acabar el día, dando una vuelta por Brienz.
CATARATAS TRUMMELBACH
Al despertar, enseguida vemos que hoy no haremos «alta montaña». El día está nublado, con niebla y hasta lluvioso, de modo que más vale que no subamos a ninguna teleférico pues no veremos nada desde ninguna cima. En Suiza, sin embargo, lo que sobran son alternativas, de modo que no nos quedaremos en la habitación.
Así pues, nos lo tomamos con calma y después de desayunar tomamos el coche destino Lauterbrunen, donde están las Trummelbachfall, unas cataratas que son únicas en Europa, por estar escondidas dentro de las rocas, en un paisaje lleno de claroscuros que las hace realmente excepcionales. O al menos, con esta ilusión vamos.
Pasado el pueblo de Lauterbrunnen, basta con seguir un par de kilómetros más allá (este valle, en forma de U, es el más bonito que hemos visto durante todo el viaje), para dejar el coche en el parking gratuito que hay a la entrada de las cascadas.
Hoy hace un poco de frío, y además, en prevención del follón de agua que al parecer hay dentro de las montañas (las cascadas son interiores, como ya he explicado), nos ponemos los impermeables. Isa, además, se carga a Marc con el arnés, mientras el impermeable les tapa a los dos. La verdad es que madre e hijo están divertidísimos y parecen un canguro con su hijo en la bolsa.
Pagamos la entrada (11 CHF, con la tarjeta de residente de Bönigen que nos han entregado por hacer noche en este pequeño pueblecito cercano a Interlaken, 10 CHF), y subimos a un ascensor-funicular que nos deja cien metros más arriba. Desde allí, se sube por escaleras hasta lo alto de las cataratas. Se hace difícil, en este empezar a aplicar adjetivos. Todo lo que estamos viendo en este viaje supera nuestras expectativas. La fuerza del agua es realmente extraordinaria en estas cataratas que provienen directamente del deshielo de los glaciares del Eiger, el Monch y Jungfrau, los tres colosos de la zona. Vamos bajando por las escaleras y no sabemos qué tramo es más espectacular, pues son diez o doce cascadas interiores que se van sucediendo, a cuál más ruidosa. Además, la iluminación, con unos juegos de luces muy bien conseguidos, hacen aún más bonita la experiencia. Acabamos empapados, pero ha sido realmente una visita que nos ha dejado asombrados y que nunca olvidaremos. Se trata, desde luego, de uno de los lugares más bonitos que ver en Suiza.
CASCADAS MÜRREN Y STTAUBACHFALLS
Aún embargados por la emoción de esta imprescindible visita, tomamos el coche, para ir un par de kilómetros más allá, donde se encuentra el segundo de los dos grandes saltos de agua que hay en Lauterbrunnen (el primero está en el mismo pueblo). Son las cascadas Murren y están justo en frente del parking del teleférico que sube al Schiltorn (una de las excursiones más típicas de la zona, pues desde arriba se puede ver muy bien los tres monstruos de los Alpes: el Eiger, el Monch y la Jungfrau).
Dejamos el coche (gratis la primera hora) y nos acercamos al salto de agua más alto de Suiza, que se precipita desde más de seiscientos metros de altura. Realmente precioso, aunque hoy el día no nos acompaña, con aquel sol que cuando sale multiplica los verdes de los valles por 100 y el azul del cielo para 1000.
Vistas las cascadas Murren volvemos al coche para acercarnos al pueblo de Lauterbrunnen, que está a cinco minutos. Dejamos el coche en un parking que hay al lado de la iglesia y damos una vuelta (en seguida está dada) por este pequeño enclave alpino. Nos acercamos, eso si a las Sttaubachfalls, la otra gran cascada, que cae desde más de trescientos metros de altura, justo a la salida del pueblo. La estampa, con el pueblo en primer término, y la cascada, detrás, es realmente impactante. Un pequeño sendero te permite situarte detrás de esta catarata.
Antes de irnos, nos acercamos al supermercado para comprar algunos víveres para el desayuno y la cena en el apartamento. Una vez más, vemos que el precio de la alimentación en Suiza no es demasiado más caro que en Barcelona. A buen seguro, la subida que en los últimos años ha experimentado la cesta de la compra en casa, hace que las diferencias se hayan estrechado en los últimos años y ahora ya no parezca tan caro viajar por Suiza.
CASCADAS GIESSBACH
Una vez que hemos disfrutado de Lauterbrunnen volvemos a bajar por donde hemos venido y tomamos dirección las Giessbachfalls, otras cascadas (no se nos hace pesado, al contrario, son tan espectaculares pero diferentes unas a otras, que nos apetece disfrutar de otras), que están en la orilla del lago Brienz, ya muy cerca de Meiringen, justo al lado de un hotel modernista de principios de siglo XX.
Durante el recorrido nos cruzamos con bastantes ciclistas que deciden recorrer esta bella zona en bicicletas de montaña. Desde luego, tienen que estar en forma, pues aunque esta zona es relativamente llana, otras no lo son tanto.
Llegamos al cabo de una media hora. Dejamos el coche en un parking gratuito y nos acercamos a través de un sendero hacia un puente desde donde se ven, al menos, cuatro o cinco tramos de los más de quince de los que se componen estos saltos de agua, que se precipitan desde más de trescientos metros de altura, haciendo un ruido de mil demonios, y yendo a caer, directamente al lago Brienz. El lago, desde aquí toma un color verdoso que parece imposible que pueda existir en la naturaleza. Nuestros ojos no dan abasto. No sabemos donde mirar. El espectáculo es impresionante (y por cierto, gratuito). Parece imposible tanta maravilla junta, y es verdaderamente difícil de describir.
Desde este primer puente empezamos a subir por la montaña (hay tanta humedad que los troncos de los árboles están llenos de musgo, como si nos encontráramos en un rainforest de Centroamérica). El sendero es fácil de seguir, pero en algún punto, resbala un poco. En cualquier caso, aunque llevo a Marc ligado al arnés, no se hace nada difícil de subir. Metro a metro vamos cogiendo altura y el espectáculo se multiplica. Cuando parece que se ha llegado arriba, que no hay más agua, caminamos tres minutos más, y un nuevo tramo de cascadas se encuentra ante nosotros. Y así, una y otra vez. Ahora pasamos por delante de una cascada, y más adelante, pasamos por detrás de otra. Y a medida que subimos, el lago cada vez se hace más verde y además, con este pequeño hotel de principios de siglo XX, construido para los viajeros de hace cien años, en estilo modernista, que en lugar de perjudicado al paisaje, todavía lo hace más bonito.
No nos cansamos de sacar fotos. La excursión es realmente bonita y curiosamente, durante la hora entera que estamos en las cataratas, entre subir y bajar, sólo nos cruzamos con un grupo de cuatro turistas. Increíble, pero cierto.
Cuando bajamos el sendero, nos acercamos al hotel. Es precioso y decadente, pero la decoración interior aún se mantiene. Aún ahora, parece que estés cien años atrás en este hotel, tanto por la decoración y por los muebles, como por el personal que hay, donde dominan algunas angelicales abuelas que parecen sacadas de una película de época. Es pronto, pero vemos que hay anunciado un menú de noche, en plan bien, y bastante bien de precio. Otra vez, tal vez.
Por cierto, para los que lleguen en barco (de los que dan la vuelta al lago), pueden subir al hotel en el funicular más antiguo de Europa según se anuncia, que es de finales del siglo XIX. Una reliquia aún en activo y que permite acercarse a las cascadas de una manera bien romántica (si no se va en un grupo organizado, claro).
Con la boca aún bien abierta después del espectáculo natural al que hemos asistido nos acercamos a Brienz, que está en la otra orilla del lago homónimo, justo en frente de las Giessbachfalls.
El pueblo es típico por la artesanía de madera. Parece ser que hay un montón de talleres donde poder disfrutar de este arte. Sin embargo, son casi las siete de la tarde, y actualmente, los artesanos han bajado ya las persianas. Estamos una hora en el pueblo y nos volvemos a casita a descansar.
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Comentarios:
19 comentarios en “CATARATAS TRUMMELBACH Y GIESBACH, SUIZA. Una de las excursiones más bonitas desde Interlaken.”
Hola Jordi,
Estábamos buscando información sobre esta zona y esta entrada tan detallada nos va a venir de maravilla.
Por cierto, me gusta mucho tu blog, limpio, bien estructurado y con contenidos geniales. Ya me he hecho seguidor!
Un saludo
Xavi
Muchas gracias Xavi por tus comentarios. Desde luego Suiza es uno de los lugares más espectaculares de Europa, sobretodo en cuanto a naturaleza. Sobrenatural!
Hola! Me gusta mucho tu blog y Suiza preciosa.Mi idea es viajar este año para conocerla y las cataratas Trummelbach me plantean una duda….he leído en algún blog que no permiten la entrada a niños pequeños y veo que vosotros llevasteis a vuestro bebé…tuvisteis problemas para entrar? Muchas gracias por aclarar tantas dudas y ser tan precisos en vuestras descripciones.
Gracias por tus palabras Fátima. La verdad es que nosotros no tuvimos ningún problema ni en ir a la Trummelbach ni tampoco al Jugfraujoch que podría tener un poco más de sentido por el tema de la altura.
Os va a gustar muchísimo el viaje!
Jordi, excelentes comentarios ; vamos de colombia en junio. Cuál
Es la manera más económica de subir al jungfrau desde lauterbrunnen (que no sea caminando)?
Buenos días, Carlos. Cuando lo visitamos nosotros no había más ofertas que la que comento para españoles. Nosotros adquirimos en billete en taquilla. Si no sale una oferta puntual (podeis ir buscando en google), creo que no queda otra que pagar el billete. Sí que tienes descuentos en caso de poseer distintas tarjetas de trenes suizos e interrail, aunque son caras y para amortizarlas hay que viajar mucho en tren.