La visita al Museo del Genocidio Camboyano de Tuol Sleng S-21, la prisión de alta seguridad que Pol Pot y los Jemeres Rojos establecieron en la capital de Camboya, Phnom Penh, es una de las visitas más duras que se pueden hacer en Camboya y de hecho, en todo el mundo. Sin embargo, también supone una enorme lección de historia contemporánea y del sufrimiento extremo al que fueron sometidos millones de camboyanos hace tan sólo unos años.
Un avión de la compañía aérea low cost, Air Asia, nos ha llevado de Kuala Lumpur, capital de Malasia a Pnom Penh, capital de Camboya, uno de los países más pobres del sudeste asiático y que poco a poco va despertando de la horrible dictadura a la que fue sometida durante casi cuatro largos años (de 1975 a 1979) por parte de Pol Pot y los Jemeres Rojos (también escrito como khmers rojos).
Heridas que aún hoy se pueden encontrar abiertas en la población de este pueblo y del que queremos conocer un poco su historia y en particular, del infierno de los Jemeres Rojos.
Pasamos el control de pasaporte del aeropuerto internacional de Phnom Penh y pagamos los 25 dólares americanos por el visado. Vamos a recoger el equipaje y es entonces cuando nos damos cuenta de que el visado de Marc, que tiene 5 años, pone «free», aunque también nos han cobrado los 25 dólares. Volvemos atrás y hablamos con el funcionario que nos ha cobrado por el visado, que sin quejarse y sabedor de que nos ha intentado estafar, nos devuelve los 25 dólares de Marc sin poner ninguna pega, ni tampoco sin dar ninguna explicación o disculparse. Después leeremos que esta es una práctica habitual y que tampoco ponen ningún impedimento en devolverte el dinero si lo reclamas.
Recogemos las maletas facturadas y enseguida encontramos unos stands donde contratar el transporte al hotel a precio fijo. Mejor, pues así nos ahorramos negociar. Podemos elegir entre taxi y tuk tuk. Como a Marc le encanta ir en tuk tuk, decidimos contratar los servicios de un tuktukero, que en poco más de un cuarto de hora nos acerca a nuestro hotel.
Dejamos el equipaje y bajamos a comer. En Phnom Penh no faltan restaurantes, sobre todo en la orilla del río, en la zona del Sisowath Quay, justo delante del Palacio Real y del Wat Ounalon. Pero nosotros comemos rápido y cerca del hotel, porque el objetivo para hoy es la visita a la Prisión de alta seguridad Tuol Sleng o Museo del Genocidio Camboyano, que será, a buen seguro la visita más dura de todo el viaje y que nos revelará alguna de las atrocidades más grandes que el infierno de Pol Pot y el Jemeres Rojos sometieron a la población.
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EL INFIERNO DE LOS JEMERES ROJOS Y POL POT
En 1975, Camboya era sometida a la dictadura militar del general Lon Nol, que se mantenía en el poder desde hacía cinco años y que se trataba en realidad, de un gobierno títere de los Estados Unidos. El país se había visto involucrado en la guerra de Vietnam, donde los Estados Unidos apoyaban Vietnam del Sur, que combatía contra el feroz y comunista Vietcong de Vietnam del Norte. Eran épocas en que eran frecuentes los bombardeos en la capital camboyana, de manera que sus ciudadanos no vieron con malos ojos que Pol Pot y los Jemeres Rojos (también llamados khmers Rojos) derribaran al general Lol Nol y entraran triunfantes en Phnom Penh, el 17 de abril de 1975, para fundar la Kampuchea Democrática, una dictadura de extrema izquierda, de carácter maoísta.
La biografía de Pol Pot nos cuenta que el dictador camboyano había aprendido sobre el comunismo, el maoísmo y el anticolonialismo, mientras estudiaba en la Sorbona parisina y que había profundizado en el conocimiento de estas materias al unirse a diversos movimientos anticolonialistas, como los de Vietnam, que eran liderados por Ho Chi Min.
Poco se pensaban los camboyanos que el remedio sería peor que la enfermedad y que el infierno de los Jemeres Rojos sería mucho peor que la dictadura militar. Pol Pot y los Jemeres Rojos propugnaban una sociedad absolutamente rural, de manera no dudaron en destruir toda fábrica que fuera signo de progreso, al tiempo que mandador matar a todos los intelectuales e incluso, a todo el que tuviera ciertos estudios o que pudiera impartirlos. Maestros, médicos, enfermeras, escritores, estudiantes, abogados… todos ellos eran acusados de estar contaminados por ideas capitalistas y fueron asesinados tras juicios sumarísimos o deportados a campos de concentración y exterminio, como los Killing Fields, donde finalmente eran exterminados en masa.
La locura fue tal, que 48 horas después de la entrada triunfante a Phnom Penh, Pol Pot y los Jemeres Rojos mandaron que todo el mundo abandonara la ciudad y que se dirigiera al campo. Quería una sociedad no sólo comunista, si no también absolutamente rural.
Todo ello dio lugar a una serie de hambrunas, que junto con los programas de exterminio, supusieron que durante los casi cuatro años de poder de Pol Pot y los Jemeres Rojos, muriera una cuarta parte de la población de Camboya, más de 2 millones de personas.
Fue una época en que sólo los niños se consideraba puros, por no haber mantenido antes ningún vínculo con el capitalismo. Se promovió la anulación de cualquier vínculo afectivo entre amigos y familiares, por lo que no era raro que los propios hijos delataran a los padres y que éstos fueran asesinados por Jemeres Rojos.
No fue hasta principios de 1979, que Pol Pot y los Jemeres Rojos fueron apartados del poder, con la entrada de las tropas vietnamitas a Phnom Penh, el 7 de enero de 1979.
Pero el país estaba desolado, con un índice de pobreza extremo, sin ningún tipo de industria y sin ningún profesional, pues todos habían sido muertos durante el largo invierno de la dictadura de Pol Pot y los Jemeres Rojos.
Los Jemeres Rojos no se extinguieron de golpe, pues muchos de ellos se retiraron a la selva camboyana del oeste del país, en la zona fronteriza con Laos y Tailandia, desde donde siguieron combatiendo al estado y sembrando el caos, dada la gran cantidad de minas antipersonas que habían colocado por todo el país. Es por ello que aún ahora, podemos ver en Camboya, una enorme cantidad de mutilados, que intentan sobrevivir como pueden, a menudo gracias a las ayudas de las organizaciones no gubernamentales, dada la escasa política social que el país se puede permitir.
De hecho, y para vergüenza de la especie humana, no fue poca la comunidad internacional que no sólo permitió la persistencia de los Jemeres Rojos, incluso, una vez habían perdido el control de Camboya. Hasta finales de los años 90, gobiernos de la importancia de la Unión Soviética, China, e incluso, los Estados Unidos, consideraron los Jemeres Rojos, legítimos opositores al régimen vigente en ese momento y que los había derrotado, aunque que en la cúpula del poder, seguían mandando Pol Pot y todo el conjunto de generales que habían llevado a cabo uno de los peores episodios de la historia de la humanidad. De hecho, hasta 1991, la comunidad internacional consideraba que el gobierno legítimo de Camboya era el de los Jemeres Rojos, cuando con el fin de la guerra fría, la caída del Muro de Berlín y el desmembramiento de la URSS, los Estados Unidos les retiran este reconocimiento de la legitimidad, y enseguida, China acaba por hacer lo mismo. Los Jemeres Rojos fueron ilegalizados finalmente en 1994, aunque lamentablemente, buena parte de sus máximos mandatarios nunca fueron llevados a juicio.
MUSEO DEL GENOCIDIO CAMBOYANO DE TUOL SLENG
Llegamos a Tuol Sleng en pocos minutos. Como la prisión está a unos 5 kilómetros del centro hemos tomado un tuk tuk.
Tuol Sleng, que primeramente fue una escuela, se convirtió en tiempo del infierno de los Jemeres Rojos, en una de las prisiones de alta seguridad del régimen, famosa por las atrocidades y torturas que en ella se practicaban. Ahora es el Museo del Genocidio Camboyano. Una auténtica casa de los horrores.
Si no fuera por el alambre con espinas que rodea los muros de la antigua escuela, nada haría pensar que el interior del edificio, en plena ciudad, hubiera sido uno de los peores escenarios de la reciente historia del siglo XX.
Los edificios del Museo del Genocidio de Tuol Sleng están distribuidos alrededor de 2 patios, el primero de los cuales, ajardinado, lo encontramos nada más entrar por la puerta principal. Los edificios, de tres plantas, eran las antiguas aulas de la escuela, que fueron transformadas en tiempo record, en celdas para recluir a todo aquel que fuera sospechoso de colaborar con el antiguo régimen. Cualquier mínima denuncia por parte de un ciudadano era motivo suficiente para recluir al sospechoso, a menudo con su familia entera.
En los pisos superiores se puede ver como las aulas fueron transformadas en minúsculas celdas gracias a tabiques de madera, o en otras aulas, gracias a construcciones de ladrillo. Alguna de estas aulas, mantienen aun su pizarra, de cuando la función de enseñar y aprender era la que imperaba en Tuol Sleng.
La planta baja es aún más terrorífica, pues se trata de un auténtico museo de las torturas, donde se exhibe parte de los aparatos que los Jemeres Rojos de Pol Pot utilizaban para atemorizar y torturar la población. Cubos para hundir la cabeza, aparatos para arrancar las uñas, los esqueletos metálicos de las camas donde se ejecutaban las torturas … todo ello en unas aulas, ahora despintadas por el paso del tiempo, con las ventanas enrejadas y con fotografías de tan infausta época colgadas en las paredes, a menudo de retratos que los mismos ejecutores hacían a los presos. Fotografías de cuerpos inertes ya, pero todavía ensangrentados, por la reciente tortura final sufrida. Todo esto hace aún más difícil la visita.
De hecho es de las pocas veces que hemos tenido que sacar a Marc de un edificio (o al menos de las aulas más duras).
En otras aulas del Museo del Genocidio Camboyano, entre documentos de la época, encontramos miles de fotografías en blanco y negro de algunos de los camboyanos que pasaron por Tuol Sleng. Parece ser que la documentación metódica era una seña de identidad de Tuol Sleng. Los presos eran identificados y se documentaba exactamente el momento de entrada, de salida (a menudo con los pies por delante o en dirección a los Campos de la Muerte), los interrogatorios y torturas que habían sufrido o las acusaciones que habían recibido. Todo metódicamente documentado. Incluso, a muchos camboyanos se les fotografiaba una vez habían sufrido la tortura, llenos de sangre e incluso, ya fallecidos.
Un auténtico sufrimiento de visita, pero nada comparado con lo que día a día tenían que sufrir los que durante más de tres años fueron alojados en tan macabro recinto.
La visita al Museo del Genocidio de Tuol Sleng o Camboyano transcurre en un silencio sepulcral, que recuerda el que vivimos en la visita al campo de concentración de Auschwitz, en el Museo de la Paz de Hiroshima o el Museo de Chernobyl en Kiev. Se hace difícil articular palabra ante tanta atrocidad. Nadie dice nada. Los visitantes miramos lo que vemos en las aulas, y de vez en cuando, salimos a respirar aire fresco en el patio.
La visita al S-21 o Prisión de alta seguridad de Tuol Sleng es una de las más duras que hemos realizado durante nuestros viajes, pero sin lugar a dudas, imprescindible de hacer en Camboya. Una lección de Historia Contemporánea, pues esto sucedió hace bien pocos años, y de hecho, muchos de los brazos ejecutores de Tuol Sleng siguen vivos todavía. Y muchos de ellos, en absoluta libertad, pues ni mucho menos se logró juzgar a todos los torturadores.
Estamos hora y media visitando el Museo del Genocidio Camboyano y cuando acabamos decidimos acercarnos hasta la orilla del río. Es hora de descansar de las emociones vividas, aunque lo que hemos visto en este Museo del Genocidio de Tuol Sleng quedará para siempre en nuestra memoria, como representación del infierno que Pol Pot y los Jemeres Rojos instauraron en Camboya.
Comentarios:
8 comentarios en “MUSEO DEL GENOCIDIO CAMBOYANO DE TUOL SLENG, PHNOM PENH. Visita al museo de los horrores.”
Completament d’acord amb el què diu la M. Teresa, malgrat que jo sí vaig plorar. Com a Dachau i al Museu del Genocidi de Kigali.
La gent hauria de fer memòria històrica, paraula que està de moda per a segons què.
Si, jo també recordo haver sortit sense esma d’Auschwitz o Dachau; fins i tot recentment, a Erevan vam anar al monument dedicat al Genocidi del Poble Armeni. No hi havia quasi ningú i va aparèixer un autobús amb un grup d’Armenis, possiblement de la diàspora. Van cantar una cançó al voltant de la flama eterna i van dipositar una rosa a la seva vora. Va ser un moment de profund dolor. Vaig haverme de retirar uns metres del mal que sentia. El segle XX ha estat el segle del genocidis per vergonya de la humanitat. Les columnes de refugiats i de morts a les carreteres de Ruanda son impossibles d’oblidar. Gràcies pel teu comentari, Mercè.
Ha de ser horrible visitar aquest lloc…pero alhora, imprescindible per no oblidar lo que el esser humá es capaç de fer. Aquella gent es mereix ser recordada, i en mesura delo posible ensenyar a les noves generacions a no caure en les atrocitats del passat (tot i que el nostre present no s’en lliura en alguns racons del mon…)
Si algún día hi vaig, estic segura que visitaré aquest lloc. Amb el cor encongit aixó si.
una abraçada!
Buaaa que visita tan dura… es tan horrible ver como el ser humano puede ser capaz de algo así… exterminar a la gente como si fueran microbios… horror 🙁
Una entrada molt ben treballada i realment útil per visitar un dels llocs en història del país.
Nosaltres vam agafar la audioguia i tot i que el contingut està força bé, el preu és exagerat, per això hem escrit una entrada a Fuet i Mate per tal d’ajudar a altres viatgers amb pressupost motxiller.
Salutacions
Ares
La veritat és que és una visita imprescindible a Phnom Penh, tot i que et deixa ben fet caldo!
Una abraçada i gràcies per l’aport.